martes, 8 de abril de 2008

Mi amiga Eva.

Sabeis, eso del maiespais no es tan chorras como a veces puede parecer. Claro que tambien te cuelan cada cosa... jaja, debe ser que hacen un search poniendo: madurito soltero. Asi me han salido ya algunas cosas cuando menos extrañas, pero ahi esta el colega Tom cerrando esos sites en un plis. Pero a veces te pones a curiosear entre tus colegas y aparecen personitas que merecen la pena, este es el caso de la Eva: te dices, que hace esta niña mona con una guitarra, y cuando entras en su perfil acabas enredado en una tela de manos y caderas moviendose hipnoticamente, eclipsando incluso al mismo sol. Tiene gracia que escogiera Cala Montgó, donde los cafes en dias de Tramuntana saben mejor, sentado en la terraza del Enrique:

Hasta esa cueva se va el tio nadando a sus 60 años, menuo crá Enrique, que dice que aun asi le gusta mas follar que nadar, no te jode...
Pero hoy en mi paseo por Myspace pa matar el aburrimiento me encontre a Eva. Todavia intento recuperarme de la hipnosis. Es muy guapa, pero guapas hay muchas, esta niña tiene musho ahe, mucho aché y mucho bueno. Haber quien me lleva la contraria. El siguiente cuento se lo debo a ella:

La historia de Pepín el pez.
Una mañana Pepín se despertó sobresaltado. Era muy temprano para esas ondas reproduciéndose en la orilla. Muy raras veces los humanos se bañaban al amanecer, mientras el se dejaba mecer en su sueño.
Pepín era un joven llobarro, una lubina, que a esas horas solía rondar la orilla de la cala esperando que el sol le despertara al son de las olas. Curioso se acerco al origen de esas tempranas vibraciones. La visión de aquella silueta bailando no pudo turbarle más. Era como una danza hipnótica, adictiva; no podía evitar seguir ahí, mirando a la joven bailaora del amanecer. Sus pies se elevaban y volvían a posarse suavemente, provocando una rítmica turbulencia que el agua transmitía hasta sus escamas, una base rítmica que, desde sus pies, subía hasta sus caderas. Estas describían, con suaves balanceos adelante- atrás, a derecha e izquierda, el movimiento mas hermoso que el nunca vio. El movimiento continuaba subiendo hasta llegar a sus brazos, que bailaban como ramas de árbol mecidas por el viento. Y las manos, sus manos eran las hojas que no podían evitar el suave revoloteo.
La joven continuaba bailando y Pepín no advertía que se aproximaba peligrosamente a la orilla. Tenía la terrible necesidad de observar a la joven bailaora con esos primeros rayos de sol proyectándose tras ella. Necesitaba ver el sol eclipsado por su maravillosa silueta. Tanto se acerco a la orilla que, sin darse cuenta, se salio definitivamente del agua. El aire, entrando directamente en el, le abrasó, pero solo fue un instante. El, al percatarse del irremisible abandono de su hábitat, decidió no tener miedo, seguir ahí, sin luchar inútilmente por volver al mar y disfrutar hasta su último instante de la fantástica visión de la joven bailaora; abandonarse a la contemplación de la belleza en estado puro, sin temor alguno.
Fue en ese instante cuando aprecio que el aire ya no le quemaba. Cual fue su impresión al comprobar que no tenía escamas, que en vez de aletas tenia brazos, manos, pies…
Con la aceptación de su condición humana siguió tranquilamente contemplando con deleite el hermoso baile de la joven que eclipsaba al sol de su amanecer.

Esto es lo que vio Pepín:



Gracias mi niña por compartir tu arte, sigue eclipsando al sol, que da cancer el cabron, tu das alegria. Ou!!

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